lunes, 13 de abril de 2015

Ausencia

Dejaré que se mezclen mis lágrimas con las lágrimas del cielo,
que el frío entumezca mis pesares, 
que el viento se lleve mis miedos moviéndome el cabello.

Dejaré que el rocío moje el susurro de sus pasos, 
que la luz de la luna me diga por donde andar sin él, 
que las gotas de lluvia desahoguen cada palabra no dicha, 
que la tierra se dibuje al caminar descalzo.

Dejaré que las hojas que me caigan encima se lleven el peso de su ausencia, 
que la niebla cubra los vacíos que quedarán, 
que el olor de los árboles disfrace de ternura lo incierto
que la noche queme cada espacio de piel sin tocar, 
que me lleve la sombra, que me ayude a andar. 

martes, 24 de marzo de 2015

Martina

Ella no necesita describirse a sí misma para saber quién es, 
no necesita mirarse al espejo para saber cómo luce su rostro sin maquillaje, mucho menos pintado de otra mujer,
no necesita matizar su cabello con mil colores para entender a qué cabo de éste mundo pertenece, 
no necesita asegurarse en cada reflejo que la persigue en su deambular de que sus piernas lucen firmes y su trasero jugoso, 
no necesita despistarse a sí misma llevando las uñas rojas, de mentira, de historias inventadas... 
no... 
ella no necesita escribirse a sí misma recordándose cómo actuar ante nadie, 
ella es hermosa, así, 
con las uñas limpias y la piel sin polvo,
con el cabello sin atusar, 
con los labios mojados de saliva, las pestañas caídas, las piernas largas y la voz pesada,
tal como el humo que sale cada vez que exhala,
como el cigarrillo que carga entre sus dedos mientras recuerda por enésima vez de cuántas piedras tuvo que golpear con sus pies para ser hermosa por sí sola, para no necesitar comprobar con miradas que su belleza llama ojos desconocidos. 
Ella no necesita recordar el camino que pasó sobre su espalda y por sus ojos para conocer todo lo que la compone...
aunque lo hace... 
lo hace todo el tiempo... 
lo hace cada vez que su mente está sola, cada vez que sus ojos perciben de nuevo la consecuencia de su belleza,
lo hace cada vez que mira indiscretamente el paso del tiempo en su vida, 
lo hace ahora, 
en aquel café parisino que se confunde ente las calles de la candelaria, 
con sus oídos obviando la música que ambienta el lugar, 
ignorando a todo aquel que pasa por el frente, 
ignorando el universo imparable en el que su carne se deshará cuando dé el último suspiro, cansado, anciano... 
ella es hermosa aunque hasta ahora lo comprenda, 
ella es hermosa así, 
con sus canas blancas, 
con sus arrugas marcadas, 
con los ojos cristalinos y la memoria sabia, 
ella es hermosa así. 

domingo, 8 de marzo de 2015

Ana

Luego de pasar varios días encerrada en su apartamento solitario, desordenado y frio, pintó sus uñas con el rojo más vivo que encontró tirado en su alacena y salió de nuevo a caminar por ahí, buscando de la misma forma que había tenido los últimos dos años, unos cuantos pesos para salir a bailar, sola, igual que siempre, sin necesidad de terminar la noche en casas ajenas, desconocidas, ni de mostrarle su guarida a ningún aparecido de manos suaves y palabras acertadas... para qué si así como está se la tragan entera y además le dan dinero por no vomitar en cada gemido fingido... esa necesidad ya está suplida, ahora falta danzar un tiempo, con dos pedazos de cartón titubeándole amargos bajo la lengua, con los brazos estirados hacia todos lados, como si el espacio que ocupa fuera sólo de ella y de nadie más, con las pupilas del tamaño de sus miedos y la ropa mojada de sudor.
Allá va Ana, con los tacones agarrados con las manos después de tanto, pero con ganas de más... la noche es joven, aún cuando amanece el sol brillante sobre las montañas y los amargados salen otra vez a trabajar.